domingo, 23 de agosto de 2009

Rematadamente limitada

La persona es rematadamente limitada. Es limitada en muchos sentidos, pero a su vez parece que va en su condición no sólo el limitar a otras personas, sino también el autolimitarse. Los ejemplos son múltiples: desde el hombre que limita a la mujer (aún no se puede utilizar el término en pasado), la mujer que se limita a sí misma, la sociedad que limita a sus hijos, los niños que limitan a otros niños..., pero el ejemplo más aceptado y extendido es el limitarse en el amor, la gente se crea guetos. ¿Quién dijo que no se podía poner puertas al mar? La gente reduce el amor de forma consciente o inconsciente, pero para dar salida a toda esa fuerza interior, a todo ese bien que saben que pueden hacer, para hacer feliz a alguien, para trabajar por alguien, para servir a alguien, para disfrutar con alguien... buscan sólo a una persona, a la persona que ha de recibir todo su ser y de quien esperan ser correspondidos. ¿Por qué no intentar hacer un poco más feliz a cada persona con la que te cruces? ¿por qué no intentar dar todo tu ser a una cantidad mayor de receptores? ¿por qué no en vez de trabajar cada día para mejorar un pequeño mundo de dos no trabajamos cada día para mejorar el mundo (nuestro mundo, el de todos)? Hay gente muy limitada que piensa que para estar bien es necesario que "el otro" esté mal. Ya he dicho que hay gente para todo.

La gente es tan sumamente limitada que cree poder encontrar la felicidad en la mediocridad. No sólo eso, sino que por increíble que parezca ¡hay gente que realmente lo siente así!

Si tuviera que calificar a nuestra sociedad creo que ése sería el adjetivo que encontraría más adecuado para ello: mediocre. No es la sociedad del bienestar social, pues verdaderamente hay razones para salir a la calle y reivindicar mejores salarios, mejores servicios sanitarios, educativos, para reivindicar condiciones que nos permitan adquirir un piso donde vivir..., desde luego no somos un país puntero en bienestar social. Tampoco sé si hay algún país que pueda vanagloriarse de serlo. Somos mediocres hasta en la mediocridad, porque el caso está en que cualquiera de esos objetivos es loable de ser defendido, es lícito y debe seguir estando presente en nuestra búsqueda de mejora diaria, pero qué poca cosa somos ¿no?, qué birria de gente, que se limita a sus cuatro tonterías, que se limita a su territorio; que se limita.

Es normal que cualquier gobierno o asamblea de países no dé pasos verdaderamente firmes en cuanto a la pobreza; en cuanto a la paz; en cuanto al cambio climático. Son un reflejo de la sociedad a la que representan. Sí, claro, cualquiera pensará que él sí que tiene inquietudes por estas cuestiones, cualquiera, por supuesto. Así también por ejemplo, el otro día los gobiernos de ciertos países se comprometieron a tomar medidas efectivas (como la de los ODM ya citados) para luchar contra el cambio climático, la fecha fijada para ello fue la del 2050. Y digo yo... ¿2050?!, qué hipócritas somos.

Decimos que queremos hacer pero no hacemos, hacemos que parezca que hacemos para no tener que aceptar que no hacemos y seguimos dando vueltas a la pelota dentro de la boca, como si fuéramos críos que se resisten a dar un buen bocado a lo que nos toque comer.

Está claro que somos limitados, no somos dioses. Pero también está claro que nos limitamos y limitamos, un ejemplo más claro aún es el cuento que nos hemos inventado sobre el cielo, el infierno... para dar salida a nuestras limitaciones en el tiempo nos refugiamos en la creencia de una posible continuación más allá de la vida que vemos. Yo no digo que no sea posible la reencarnación, la continuidad del alma... pero vaya, si nos limitásemos (curiosamente) a lo que conocemos igual nos iría mejor. Simplifiquémoslo ¿acaso es tan disparatado pensar que el cielo o el infierno lo vivimos y construimos aquí y ahora, en la tierra? Según eso, si somos algo lógicos nos cuidaremos de no tener que recabar ningún perdón para una segunda oportunidad. ¿No es lógico contar con lo que tenemos y sabemos? ¿qué daño nos hace construir aquí el cielo? ¿estamos esperando la muerte para conocerlo? La verdad, prefiero que sea al revés y la muerte espere por mí.

2 comentarios:

  1. Bueno, el tema da para mucho, pero un motivo por el que la gente cree o quiere creer en otra vida (vida eterna, reencarnación, etc) es porque al que le han dado malas cartas, querría tener otra oportunidad de jugar con mejores cartas.

    Otro motivo es la poca confianza que hay en las propias personas, sin el miedo a un posible castigo de un ser superior, es más que probable que ya estuviesemos viviendo en un mundo bastante peor

    ResponderEliminar
  2. La segunda apreciación pesa mucho, puede justificar la utilidad de la creencia. Gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar