Hace días que acabé de leer “Camino de servidumbre”, de
Friedrich A. Hayek, tenía interés en su lectura desde que empecé a oír algo
sobre los Chicago Boys. Quería leer algo de sus maestros, predicadores del
liberalismo, y elegí el citado libro. Me ha resultado muy interesante, pero
aquí quiero reproducir un par de textos que si yo fuera una fiel seguidora de
esta doctrina recaerían sobre mi conciencia como fallos bestiales a la hora de
poner en práctica la teoría que se supone que sigo, quiero decir, cualquier
partidario de las políticas del PP y sobre todo sus dirigentes, verán como
estos textos vaticinan su fracaso e inminente caída y entenderán que ni
siquiera atendieron a las lecciones de sus maestros, habiendo cruzado todas las
líneas rojas.
El primer fragmento lo encontramos dentro del capítulo en el
que trata sobre Los totalitarios en nuestro seno, donde Hayek analiza
los movimientos con tendencias totalitarias en Inglaterra y señala:
“ [...] Este movimiento, por lo demás, está deliberadamente planeado,
sobre todo por los organizadores capitalistas de monopolios, que son, por ello,
una de las principales fuentes de este peligro. Su responsabilidad no se reduce
por el hecho de no ser su objetivo un sistema totalitario, sino más bien una
especie de sociedad corporativa, donde las industrias organizadas aparecerían
como “estamentos” semi-independientes y autónomos. Pero son tan cortos de vista
como lo fueron sus colegas alemanes al suponer que se les permitiría, no sólo
crear este sistema, sino también dirigirlo durante algún tiempo. Las decisiones
que los directores de una industria así organizada tendrían que tomar
constantemente son de las que ninguna colectividad dejaría mucho tiempo en
manos de particulares. Un Estado que consienta el desarrollo de tan enormes
agregaciones de poder no puede soportar que este poder quede enteramente bajo
el dominio privado. No es menos ilusorio creer que en estas condiciones se
consienta a los empresarios gozar largo tiempo de la posición de favor que en
una sociedad en régimen de competencia está justificada por el hecho de ser
sólo unos cuantos los que alcanzan el éxito, en cuya persecución son muchos los
que corren los riesgos. No es para sorprender que los empresarios quisieran disfrutar
los altos ingresos que en una sociedad en régimen de competencia ganan los que,
de entre ellos, tienen éxito, y a la vez gozar la seguridad del funcionario
público”.
¿Os suena de algo eso de
“sociedad corporativa”?
El segundo fragmento pertenece al capítulo sobre Condiciones
materiales y fines ideales, en él este maestro del liberalismo advierte:
[...] Lo único que la democracia moderna no soportará sin
deshacerse es una reducción sustancial de los niveles de vida en la paz o, ni
siquiera, un estancamiento prolongado de la situación económica”.
Ahí queda.
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